Colectivo Caja Rápida
Columna para Ecatepec
Cajas de cartón, cinta canela, rafia
2007



Para esta pieza propusimos una idea de escultura monumental: una columna de grandes dimensiones entre cuatro pilares. El lugar donde se realizó fue en un espacio al aire libre, en instalaciones de la policía de Ecatepec, como parte de un encuentro de artistas jóvenes organizado por jóvenes emprendedores de la comunidad. Sin embargo, el espacio no era el más adecuado, se trataba de una inmensa plancha de concreto por piso y otra igualmente enorme plancha de estructuras de metal por techo, de siete metros de altura. Característico de la época priísta (el partido por excelencia en el Estado de México), aproximadamente a partir de los años ochenta y noventa comenzaron a cundir, de la noche a la mañana, un sin fin de espacios deportivos y culturales como parte de una política de integración en barrios marginales o como una manera de enriquecer la actividad cultural de una población esencialmente olvidada. Bienintencionado o perverso, el proyecto formaba parte de una retórica megalómana y demagógica, parte de una política esencialmente alejada de la comunidad en una lógica paternalista, que le dice al marginado que también merece cultura. Esta primera falla del reconocimiento de las condiciones de lugar y la comunidad suele provocar golpes fuertes al manejo de estos espacios: operados en condiciones inicialmente precarias, proclives al abandono y el vandalismo, construidos sobre espacios meramente disponibles y no siempre los más adecuados, de una organización, pues, improvisada. 

Nuestro blanco de ataque no es únicamente este aspecto sociocultural, sino la arquitectura local, que ilustra todo esto más concretamente. La zona “deportiva y cultural” a la que tuvimos acceso está alejada de la mano de Dios, literalmente sobre un cerro a unos minutos del centro de la ciudad, compuesta rápidamente de una pequeña zona pavimentada con uno o dos accesorios para el deporte y un par de construcciones que hacen las veces de consultorio o casa de cultura. En el caso de la zona que teníamos que utilizar (que normalmente es usada como estacionamiento de patrullas y demás vehículos oficiales), la estructura del lugar era, a lo mucho, netamente funcional, se limitaba a cuatro pilares soportando un techo de metal en crudo, a los lados, un escenario improvisado y otras estructuras.








Nos parecía adecuado subrayar cómo esta columna de cajas podía sujetar toda la plancha de metal. Si toda esta organización, desapegada del reconocimiento del sitio, podía funcionar eficientemente, que una columna de cajas pudiera soportar toda la construcción nos parecía completamente posible. En medio de estos pilares hoscos y el techo crudamente pesado, sólido e institucionalmente con poco lugar para cuestionamientos (cuando lo urgente no deja lugar a lo correcto o lo importante) nuestra idea fue, desde el principio, agregar una señal que hiciera evidente esta lógica de lo improvisado, esta manía a solucionar las cosas sin pensar mucho en el futuro y tratar de dar soluciones urgentes, temporales. Antes de que alguien colocara un refuerzo en una construcción nadie suele darse cuenta de que necesita arreglo, que es frágil e inoperante. Nuestra columna, hecha de un aglutinamiento de cajas de cartón poco razonado en términos arquitectónicos, logra soportar, aún así, todo el proyecto, tanto en lo teórico como en lo práctico. La improvisación es la marca más característica de nuestros más grandes proyectos, casi un deporte nacional. Incluido nuestro caso: el resultado final varió considerablemente cuando las limitaciones de organización surgieron (como que no hubiera modo ni escaleras para llegar hasta el techo), y la estructura pasó de ser un soporte supuestamente fuerte y resistiendo la presión del techo a un “relleno” de cajas que aunque parecía soportarlo, podía verse que realmente colgaba del techo, como una columna falsa, tanto en lo funcional como en lo estético. El que pudiera verse esta pieza ya no como una forma simétrica y recta sino como un cúmulo de cajas cuya cantidad decrece de abajo hacia arriba abría otra posibilidad de la columna: la del monumento, una especie de pilar-monumento a la improvisación, con los amarres a la vista, la cinta canela sujetando a las cajas para que no se desplomen hacia todos lados, permaneciendo, sin embargo, erguida, tajantemente vertical, casi impositiva, como todo monumento urbano. Un monumento endeble a la improvisación en un espacio improvisado que pende de un hilo, dejando ver las carencias y las políticas de la organización local, reflejo de nuestras más sinceras aspiraciones y modus vivendi.