Pulsión intelectualmente correcta pero emocionalmente errónea restregada contra el suelo por una pulsión más sana y pesada (inversión blanda), [Kurt Cobain, Seattle, 1994; M.T, Los Angeles, 2011]
Bolígrafo sobre papel
2012




Una gran parte de mi adolescencia se resume, básicamente, en escuchar a Nirvana. Se trató de una experiencia definitiva no sólo por lo urgente que resulta la música en la educación sentimental de casi cualquier adolescente, sino por ser también un acceso a un tipo de estética y ethos que resultaron determinantes en mi formación.
Años después, ya como artista, noté la imposibilidad de experimentar el mundo del mismo modo que en aquel entonces y la naturaleza burdamente falsa y casi aberrante de intentarlo. A partir de entonces, decidí utilizar ese fracaso y esas pulsiones declaradamente erróneas como una estructura para hacer arte.

Cuando adolescente, siempre evité acercarme más a la figura de su vocalista y guitarrista, Kurt Cobain (su vida, anécdotas y anexas) para no viciar con una vena sentimental mi experiencia de Nirvana y mantener la escucha de su música como algo “puro”. Más de una década después, tras leer la biografía de Cobain, noté que esto inevitablemente reencendió un vínculo (ahora emocional) con su figura, aun después de muchos años y varias pulsiones perdidas.

Decidí buscar un equivalente opuesto, una figura que representara para mí experimentar el mundo más intelectualmente, de manera alejada, pero que en esta filiación mental existiera la posibilidad de otro nexo emocional, esta vez, necesariamente, erróneo. Esta figura es el artista angelino M.T., alguien con cuyo trabajo me identifico a través no de coincidencias formales, temáticas o estéticas, sino estructurales, principalmente el reconocimiento de las fuentes y la posibilidad de moverse a través de sus huecos.

Los dibujos representan el invernadero en el que se suicidó Kurt Cobain en 1994 y la casa del artista M.T.